El viaje a la pequeña Armenia, casi siempre empieza por su capital, Ereván. Esta ciudad merece unos días para conocerla y vivirla al cien por cien. Erevan se sitúa al oeste del país, cerca de la frontera con Turquía y lo primero que llama la atención es la imponente arquitectura soviética. Muchos de los países centro asiáticos fueron ocupados por el Gobierno Soviético, quien quiso imponer su ideología y cultura en ellos. Armenia no fue menos y aún se pueden ver algunas esculturas y edificios con este estilo. Pero dejando a un lado los momentos grises, hoy en Ereván se puede notar que se avecinan nuevos tiempos. Desde que el país ha comenzado a abrirse al turismo, en la ciudad se puede sentir aire de pequeños cambios. Además, la ciudad es punto de salida de muchos viajeros para conocer el resto de las bellezas armenias, por lo que la urbe está viviendo un resurgir, donde los restaurantes, hoteles y bares aparecen por doquier por el centro. Alguna de las atracciones más interesantes que ofrece la ciudad es la Plaza de la República, construcción soviética, donde hasta 1990 hubo una estatua de Lenin. En esta plaza se encuentran algunos de los museos más destacados de la ciudad, la Galería Nacional Armenia y Museo de Historia de Armenia. A pocos metros de la plaza, se sitúa el Mercado de Ereván, donde lo que principalmente se expone son obras de artista armenios. Es muy interesante pasear por los puestecillos e ir observando los diferentes artículos artesanos. Otra de las instituciones que merece una visita es Matenadaran, que en armenio significa, biblioteca. El edificio fue construido durante el mandato soviético pero lo que hay en su interior es de un valor incalculable. Más de 17.000 manuscritos y alrededor de 300.000 documentos de archivo que materializan y hacen posible la transmisión de la memoria nacional en Armenia.
Lo bueno solo acaba de empezar. Más allá de la capital, Armenia tiene mucho que ofrecer. Muy cerca de Ereván, y conectados con unas pasables infraestructuras terrestres, se encuentra el enorme lago Seván. Hay que comentar que el 16% de la superficie de Armenia se encuentra constituida por lagos y éste es el más grande del país. Al mirar el lago la vista no llega a ver el otro lado de la orilla. Muy cerca esta masa de agua se encuentra Dilijan, una aldea de apenas 13.000 habitantes, famosa por ser un pueblo-balneario, ya que dicen que las aguas que emanan de sus tierras son medicinales. A pocos kilómetros del balneario se halla el Monasterio Haghartsin, perdido en medio de un bosque frondoso. Este monasterio está considerado Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. Fue una importante institución religiosa y de aprendizaje en la Edad Media.
Y para finalizar con el mejor sabor de boca, Echmiadzín será la última parada, la capital espiritual de Armenia. En esta pequeña ciudad de más de 4.000 habitantes, la visita turística por excelencia es la catedral de Echmiadzín, y no es para menos ya que ésta es la más antigua del mundo. Fue construida en el siglo VII y restaurada en el siglo XVII. Una reliquia que ha llegado a nuestros tiempos y que Armenia nos invita a visitarlo.