Praga es una ciudad que parece sacada de un cuento. No es exageración: sus torres góticas, sus puentes de piedra, sus callejuelas empedradas y sus fachadas barrocas crean una atmósfera que mezcla lo romántico con lo misterioso. Es fácil perderse en ella, y aún más fácil querer hacerlo. La capital checa no solo conserva su historia, la vive. Cada rincón tiene algo que contar, desde los días del Imperio Austrohúngaro hasta las revoluciones del siglo XX, pasando por leyendas medievales que aún parecen susurrarse entre las sombras del Castillo de Praga.
Pero Praga no es solo pasado. Es también una ciudad joven, creativa y vibrante. Sus cafés están llenos de estudiantes, artistas y escritores. Sus parques se llenan de música en verano. Sus galerías y espacios alternativos muestran que el arte sigue siendo parte esencial de su identidad. Y todo esto convive con una elegancia tranquila, con un ritmo pausado que invita a mirar, a escuchar, a saborear.
Caminar por el Puente de Carlos al amanecer, cuando la niebla aún cubre el Moldava, es una experiencia que se queda grabada en la memoria. Igual que contemplar el reloj astronómico en la Plaza de la Ciudad Vieja, o subir a la colina de Petřín para ver cómo la ciudad se extiende como un tapiz de tejados rojos y torres doradas.
Actividades que solo podrás hacer en Praga
Visitar el Castillo de Praga, el complejo medieval más grande del mundo, donde se encuentran la Catedral de San Vito, el Callejón del Oro y los antiguos palacios reales.
Recorrer Malá Strana, el barrio barroco al pie del castillo, con sus jardines escondidos, iglesias majestuosas y calles que parecen detenidas en el tiempo.
Descubrir el arte moderno en el Museo Kampa, o dejarse sorprender por las esculturas provocadoras de David Černý repartidas por toda la ciudad.
Probar la cerveza checa en una hospoda tradicional, acompañada de platos locales como el goulash o el svíčková, y sentir cómo la vida se saborea sin prisas.
Asistir a un concierto de música clásica en la Casa Municipal o en alguna iglesia barroca, donde la acústica y el entorno hacen que cada nota sea inolvidable.
Praga no se impone, seduce. No necesita grandes gestos para enamorar. Basta con dejarse llevar por su ritmo, por su luz dorada al atardecer, por su mezcla de melancolía y belleza. Es una ciudad que se vive con los cinco sentidos, y que deja una huella profunda en el corazón de quien la visita.