Día 8: Lhasa. Descubre el inolvidable Palacio de Potala
RÉGIMEN
Desayuno. Comida.
Transporte
Autocar, minibús o van
Visitas
Visita panorámica de la ciudad con guía de habla inglesa
¿Cómo te encuentras, viajero? ¿Has descansado bien? Cada vez más aclimatado a estas nuevas tierras, un suculento desayuno buffet en el hotel precede a las excelentes visitas del día, entre las que se encuentra, en un comienzo estelar de la jornada, el Palacio de Potala, la residencia de invierno del Dalai Lama que se ha mantenido a lo largo del tiempo como uno de los enclaves arquitectónicos más destacados de toda China.
Un complejo palaciego situado a 3.767 metros sobre el nivel del mar (el situado a más altura en todo el mundo) es, sin duda, algo que merece verse y que se suma a la numerosa nómina de lugares reconocidos por la UNESCO como Patrimonio de la Humanidad en su caso, en 1994). Una imponente construcción en proceso de cambios desde sus primeros tiempos, en el siglo VII, hasta el siglo XVII cuando adquirió su aspecto actual. El Dalai Lama tuvo que exiliarse tras la revolución cultural de Mao Zedong, pero su huella y legado se extiende por toda la superficie de este excepcional punto en el mapa.
Erigido sobre el Monte Hongshan, la Montaña Roja, el Palacio de Potala ofrece al viajero una prodigiosa imagen, de gran carga simbólica al ser un destacado centro de peregrinación. A 3.700 metros de altitud, rodeado por las montañas del Himalaya... supone una de las imágenes más impactantes que se puedan experimentar para todo viajero que se precie.
Con 13 pisos de alto y una superficie construida de 400.000 metros cuadrados, está dividido en dos partes: abajo, el Palacio Blanco, donde se encuentran el salón de ceremonias con el trono del Dalai Lama, sus habitaciones, las salas de audiencias y una increíble colección de objetos de arte; y, en la parte alta, el "Palacio Rojo", con las tumbas de los Dalai Lama y el monasterio privado.
Un lugar tan increíble como el Tíbet aún te depara nuevas sorpresas, viajero, como en el caso del Monasterio de Jokhang, el principal centro espiritual de toda la zona, con miles y miles de peregrinos y visitantes cada año: los cuatro reyes guardianes escoltan la entrada de este magnífico enclave espiritual.
Después de esta intensa experiencia, llega el turno de pasear por la popular calle Barkhor, construida en la misma época que el templo de Jokhang, una ruta circular en el centro de la ciudad en la que podrás contemplar a decenas y decenas de monjes y peregrinos rezando o meditando, entre multitud de puestos de artesanía y todo tipo de recuerdos para los visitantes. Una buena forma de llevarse algo, material en este caso, como recuerdo de un día excepcional, que termina con un reparador descanso en el hotel.