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Rías Baixas: un paraíso a orillas del mar

En el sur de Galicia se escribe la leyenda de Rías Baixas. No habla de tronos ni de dragones, pero es épica y medieval. Son cantos de trovadores, conjuros de meigas y refranes de pescadores.

Cantó un gallego adoptado que cuando Dios hizo el mundo lo terminó en siete días, pero el domingo lo dedicó por completo a dar forma a Galicia y a moldear sus Rías Baixas. El resultado, desde luego, es divino.

El perfil oeste de Galicia lo tiene todo y lo da todo. No obliga al visitante a escoger. ¿Carne o pescado? Lo mejorcito en ambos casos. ¿Turismo de interior o costa? Las dos opciones en un mismo lugar.

Las Rías Baixas pueden presumir de hasta seis zonas que cuentan con la declaración de conjunto histórico-artístico. Los cascos históricos de Baiona, Cambados, Combarro, Pontevedra, Tui y Vigo conservan la huella de siglos pasados, pero suenan y huelen a presente.

Muchas de las localidades del oeste gallego comparten el encanto pretérito de sus calles con el atractivo del litoral. Allá donde suenan las olas se dirigen siempre las miradas. El mar siempre seduce, pero a las Rías Baixas el mar llega diferente. Susurra secretos que no todos entienden: habla galego. Promete prosperidad para sus gentes y avisa de lágrimas negras a quien no lo respete.

Costas con encanto y centros con histori

El Atlántico es el alfarero que ha moldeado lo que son hoy en día las Rías Baixas: sus acantilados, sus construcciones o el carácter de sus habitantes. Son poblaciones casadas con el mar y la pesca marca el ADN de sus municipios.

Combarro es, posiblemente, uno de los mejores representantes de la dualidad de las Rías Baixas: pueblos claramente marineros y con el encanto del mar, pero a la vez con un casco antiguo de incalculable valor histórico

Sus calles son una exposición viva de la arquitectura rural gallega. Vías empedradas, callejuelas estrechas, cuestas que desembocan al mar y sorpresas a la vuelta de cada esquina..

Las brujas vigilan al caminante colgando desde balcones y en las tiendas de souvenir. Sus rostros burlones y narigudos alertan del hechizo de Combarro: la ‘dulce condena’ de soñar con regresar continuamente.

La oferta gastronómica es excepcional. Restaurantes a los que se llega por giros del destino o dejándose guiar por el radar del olfato. El producto no puede ser más fresco.

TEl paseo por la costa es inconfundible con una hilera de 30 hórreos que delimitan el perímetro de la costa. Estas típicas construcciones se empleaban como secaderos de pescado o graneros, y se levantaban del suelo a través de pilares para evitar la alta humedad de la zona. Hoy son el sello de identidad de Combarro y alguna de estas ‘palleiras’ tienen hasta tres siglos de antigüedad.

Cambados: capital mundial del Albariño

para el visitante. Es el surtidor mundial de vino Albariño, y el primer domingo de agosto celebra el Festival del Albariño, considerado como la celebración gastronómica más antigua de Galicia.

Danzas, música y degustaciones de este vino blanco son el hilo central que durante cinco días atraviesa Cambados: desde el islote de A Figueira, donde las mariscadoras no entienden de fiesta y recogen las almejas que luego surten a las tabernas, hasta el barrio de Fefiñanes. Las características casas con fachadas recubiertas de conchas, miran hacia la ría de Arousa, donde reposan las pequeñas embarcaciones que aún se usan para la pesca tradicional.

La plaza de Fefiñáns es el centro neurálgico de Cambados. En sus cuatro lados aglutina un palacio, la bella iglesia de San Bieito, un puente y el mirador de la Torre del Homenaje. Un conjunto que data del siglo XVI, pero que hace latir a Cambados con la fuerza de un adolescente.

Playas de postal en Rías Baixas

Un puente de dos kilómetros conduce hasta uno de los grandes tesoros de la provincia de Pontevedra: la Illa de Arousa, con sus 11 kilómetros de playas y su genuino barrio de Pedraserrada, donde cada paso es como una lección del mundo de la pesca.

Cuando la marea baja, el océano concede permiso para pasear por las rocas y descubrir los rincones en los que los lugareños esconden sus amarres para la próxima jornada de trabajo.

Las playas de las rías se cuentan por decenas y todas tienen su distintivo. El elegante y animado paseo de Sanxenxo o el ambiente de otra época en La Toxa, o la desembocadura del Miño en A Guarda.

Puede que las playas más famosas sean las de las Islas Cíes. Accesibles solo en barco, han llegado a ser catalogadas en Estados Unidos como la playa más bonita del mundo. El azul cristalino de sus aguas es tan extremo que hasta parecen retocadas por ordenador. Contrastan con arenas puramente blancas y un entorno paradisiaco alrededor de la isla. Se trata, eso sí, de una de las aguas más frías. Hay que ser valiente para zambullirse, pero no todos tienen la oportunidad.

Durante los meses de temporada alta –verano y Semana Santa- hay que solicitar un permiso previo a la Xunta de Galicia, que se encarga de regular el número de personas que acceden a las islas para evitar la masificación.

La oferta de visitas en barco en Rías Baixas es amplia. Medianas embarcaciones que permiten conocer in situ como se recolectan algunos de los moluscos más deliciosos de Galicia. Un trayecto que le abre el apetito a todos: tanto al viajero, que suele ser convidado a una buena degustación de mejillones, como a las gaviotas que ya conocen la ruta y se lanzan a por la vianda en cuanto el pasajero pone el brazo en alto.

Centros históricos para disfrutar a pie

Si hay un centro histórico perfectamente conservado y que hay que disfrutar a pie es el de Pontevedra. A pie, entre otras cosas, porque no hay otra forma de hacerlo. Hace dos décadas Pontevedra decidió restringir el tráfico de forma drástica y hoy hace gala de ser una de las ciudades más peatonalizadas de todo el país.

Es un centro plagado de plazas célebres (A Leña, A Ferreiría, A Verdura) y de bellas iglesias como el Santuario de la Peregrina o el puro plateresco de la Basílica de Santa María a Maior.

Los restaurantes y bares de tapas de Pontevedra tienen la buena costumbre de acompañar todas las bebidas con un buen aperitivo. Con las pilas recargadas se afrontan mucho mejor los paseos turísticos, que acaban siendo tan monumentales como deliciosos.

A orilla del río Miño se levanta Tui. Casi en la frontera con Portugal, la ciudad medieval está coronada por la catedral de Santa María de Tuy: una fortaleza románica en cuyas faldas se arremolinan estrechas calles con comercios, templos y tesoros del día a día.

Tui conserva aún reminiscencias judías presentes en la casa de Salomón -la última vivienda judía de Galicia, con seis siglos de historia- y es ejemplo de cooperación hispano-lusa, simbolizada a través del Puente Internacional de Tuy. La localidad gallega de Tuy y la ciudad portuguesa de Valença do Minho se hermanan en forma de región transfronteriza, que se ha denominado eurociudad Valencia-Tuy: uno de los puntos de pasos estratégicos en el Camino de Santiago Portugués.

La modernidad que recubre al Vigo antiguo

Vigo es un modelo de modernización. Pasó de ser una ciudad industrial, centrada en la industria del mar, a colorear sus barrios. Rejuveneció su arquitectura, replanteó su arquitectura y así construyó un caparazón moderno a lo que no se ha movido durante siglos.

El Vigo antiguo es el Ensanche, el barrio histórico o la llamada milla de oro del arte, con una de las mayores acumulaciones de museos de toda Galicia.

La ciudad posee un patrimonio que es suficiente reclamo para justificar una visita, pero la gastronomía tira muchísimo. Los barrios de A Pedra y O Berbés se han convertido ya en monumentos por sí mismos. Marisquerías, cocederos y las vendedoras de ostras a pie de calle ofrecen el marisco más fresco –recién pescado- a un precio sin competencia.

La característica decadencia de las casas más antiguas va dejando paso a un proceso de rehabilitación que reilumina la ciudad, pero respetando la esencia gallega. Hay ‘saudade’ sin necesidad de marcharse.

Baiona: el primer puerto europeo en oír ¡América!

El primer europeo que oyó la palabra América fue un gallego de Baiona. Los gritos procedían de la carabela La Pinta, que regresaba de la expedición más importante de la historia y arribó en el hoy llamado Puerto de Europa. En honor a aquel suceso histórico se levantó el barco museo de La Pinta, en los muelles del pueblo.

Puerto y tierra, mar y patrimonio. Baiona es otra joya doble de Rías Baixas. Su bahía de aguas calmadas aloja a numerosas embarcaciones que repostan de camino a otras costas. El paseo marítimo es una larga avenida marcada por las fachadas blancas y acristaladas que miran hacia el agua. A lo largo del bulevar hay decenas de restaurantes y terrazas que lo convierten en uno de los paseos marítimos más relevantes de las Rías Baixas.

La zona antigua fue reconocida como Conjunto Histórico Artístico en 1993. Baiona es piedra en horizontal y vertical. Calles adoquinadas, edificios rocosos, soportales sostenidos por pilares…

Ese concepto de perdurabilidad se talla en la fortaleza de Monterreal, que conserva una muralla defensiva del siglo XIV y que todavía hoy sería difícil de rebasar. Quien lo hace encuentra premio: unas espectaculares vistas de la bahía con las islas Cíes seduciendo en el fondo de la estampa. Fortaleza, bahía e islas. Una suma de imágenes que sintetizan la riqueza turística de las Rías Baixas y que para conocer al completo hay que visitar en persona.

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