
Bulgaria, un país enclavado en el corazón de los Balcanes, es un destino que sorprende por su riqueza histórica, su diversidad cultural y su belleza natural. Aunque a menudo pasa desapercibido en los itinerarios turísticos europeos, quienes se aventuran a recorrer sus ciudades y monasterios descubren un tesoro escondido que combina la espiritualidad ortodoxa con la vitalidad urbana y la hospitalidad de su gente
El viaje comienza en Sofía, la capital búlgara, una ciudad donde las capas del tiempo se superponen con armonía. Aquí, ruinas romanas conviven con iglesias ortodoxas, mezquitas otomanas y edificios de la era comunista. La Catedral de Alexander Nevski, con su cúpula dorada y su imponente presencia, es uno de los símbolos más reconocibles del país. No muy lejos, el Teatro Nacional Ivan Vazov y el Bulevar Vitosha ofrecen una experiencia más contemporánea, con cafés, tiendas y vida nocturna vibrante.
Sofía también es un excelente punto de partida para explorar los monasterios cercanos, como el Monasterio de Dragalevtsi, ubicado en las faldas del monte Vitosha, ideal para una escapada de medio día.
A unas dos horas en tren desde Sofía se encuentra Plovdiv, considerada una de las ciudades más antiguas de Europa con más de 6.000 años de historia. Su casco antiguo es un museo al aire libre, con casas del Renacimiento búlgaro, calles empedradas y el impresionante Teatro Romano, aún en uso para conciertos y eventos culturales.
Plovdiv fue Capital Europea de la Cultura en 2019, y su barrio creativo, Kapana, es un hervidero de arte, diseño y gastronomía. Es el lugar perfecto para perderse entre galerías, cervecerías artesanales y tiendas de diseño local.
Continuando hacia el noreste, llegamos a Veliko Tarnovo, la antigua capital del Segundo Imperio Búlgaro. Su ubicación sobre colinas escarpadas y el río Yantra le da un aire de fortaleza natural. La fortaleza de Tsarevets, iluminada por la noche, es una visita obligada para entender la importancia histórica de esta ciudad.
Muy cerca se encuentra el Monasterio de la Transfiguración, un lugar sereno rodeado de naturaleza, donde los frescos del siglo XIX aún conservan su intensidad. Es un sitio ideal para quienes buscan una conexión espiritual en un entorno tranquilo.
Ningún recorrido por Bulgaria estaría completo sin visitar el Monasterio de Rila, el más grande y famoso del país. Fundado en el siglo X por San Juan de Rila, este monasterio es Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO y un símbolo de la identidad búlgara.
Ubicado en las montañas de Rila, a unas dos horas y media de Sofía, el monasterio impresiona por su arquitectura de arcos blancos y negros, sus frescos vibrantes y su entorno natural. Es un lugar que invita al recogimiento, pero también a la contemplación artística y cultural.
Otro monasterio que merece una visita es el Monasterio de Bachkovo, cerca de Plovdiv. Aunque menos conocido que Rila, es uno de los más antiguos del país y destaca por su mezcla de influencias bizantinas, georgianas y búlgaras. Rodeado de montañas y bosques, es un lugar perfecto para combinar senderismo con historia y espiritualidad.
En el suroeste del país, la ciudad de Bansko es famosa por sus estaciones de esquí, pero también es un excelente punto de partida para explorar el Monasterio de Rozhen, uno de los pocos que sobrevivieron intactos a la dominación otomana. Su ubicación en las montañas Pirin y sus vistas panorámicas lo convierten en una joya escondida.
Recorrer Bulgaria es sumergirse en un país donde la historia milenaria se entrelaza con la vida moderna, donde los monasterios no son solo monumentos, sino centros vivos de fe y cultura. Ya sea caminando por las calles de Plovdiv, contemplando los frescos de Rila o disfrutando de un café en Sofía, Bulgaria ofrece una experiencia auténtica, profunda y transformadora.